Estoy sentado en el café de siempre, llevo aquí un par de horas y voy por mi segundo café, a veces paso tanto tiempo aqui que me siento en deuda con el lugar. Y el café es bastante bueno a decir verdad, ya termine mis “deberes” y quise escribir sobre algo que ha estado rondando mi cabeza.
Empecemos por el inicio. Lol.
Hace dos meses que me puse como logro llegar al siguiente nivel, la visión estaba clara: quién quiero ser, como quiero vivir, los nuevos sueños, nuevas metas, nuevas estrellas.
Y con ellas nuevos miedos, nuevas incertidumbres, de esas que no sabias que tenías y aparecen de la nada, quizá siempre estuvieron ahí, pero estaban dormidas esperando a que abrieras nuevas puertas y él ruido las despertara. Me queda claro que conforme creces como persona, crecen tus virtudes, tus dones y talentos, crecen los sueños y los logros. Y también crecen tus miedos, crecen los muros.
Hice un ejercicio que he hecho muchas veces en el papel, hacer una lista de las cosas que quiero experimentar, y un análisis de mi yo actual y el yo que vive la lista. Lo he hecho muchas veces y siempre me funciona. Lo tomo como un juego, el observar y alinear, volverme esa persona y de pronto cuando menos me doy cuenta, manifestar. Nunca falla.
Esta vez se sintió diferente. Nunca me asusto en el pasado, por más grande que parecían las cosas y las brechas, me lanzaba. Cambiaba. Recalculaba. Me movía. Nunca me ha dado miedo cambiar, de hecho, la única constante en mi vida ha sido esa. Y muchas veces ha sido intencionada, no solo espero a que la vida cambie, la hago que cambie.
Mi única constante ha sido el buscar mi cambio.
Esta vez se sentia diferente, más grande, más intimidante. Mis sueños eran más grandes que nunca, el Abner que vive esa lista es el más diferente del que alguna vez había sido. Se sentía como un desconocido.
¿Será que puedo?, ¿será que es mucho?, ¿será que estoy dispuesto a cambiar tanto?, ¿será que confió en el resultado?
Decidí que sí. Pero decidí hacerlo con una nueva narrativa.
A veces en el afán de manifestar y acercarnos a ser quien queremos ser, se acaba por sentir como forzar, o actuar. Y eso puede pesar o incomodar. Y eso acaba por ahuyentar lo que queremos crear.
De pronto es como si la propuesta (o el requerimiento) fuera tener que ser esta nueva persona con nuevos pensamientos y nuevos hábitos y una nueva vida. De pronto se siente tan lejano y tan pesado el viaje que nos quedamos a medias o nos regresamos. Regresamos a las viejas formas, a los viejos hábitos y los viejos yo´s. Regresamos al lugar en el que no nos encanta estar pero ya es familiar.
Si alguna vez comparti algo que se sintiera como tal, lo retracto.
Hoy, quiero escribirte e invitarte a una nueva perspectiva. Abramos la conversación de la manifestación desde un nuevo ángulo y con el corazón en la mano.
Cambiemos el forzar por INVITAR. Cambiemos el fingir por ELEGIR. Cambiemos él actuar por PROBAR.
Empece a ver a este Abner como un nuevo amigo.
Si, se siente como un extraño que te llama, como alguien que quiere ser tu amigo pero es tan diferente a tus amigos que dudas en si acercarte, dudas de si es confiable y dudas de hacia donde va a llevarte. Pero por alguna razón su energía te llama, te da curiosidad, curiosidad de conocer su verdad, su manera de andar, sus elecciones al amar, su forma de mirar.
Mata de la curiosidad su forma de ver, sentir y vivir la vida. Pues es tan distinta a la tuya y a la vez, se siente tan familiar.
Así que te propongo que como si de un nuevo amigo se tratará, te permitas conocerle. Déjale que te invite a su mundo. Permitete conocer su rumbo. Permitete que te invite a sus planes aunque sean por completo distintos a los tuyos. Permítete conocer a su gente, aunque no se parezcan a lo que tu tenias en mente. Permítete escuchar sus verdades y perspectivas, que te comparta sus formas y rutinas.
Y empiezas a aceptar esas invitaciones. Al inicio quizá, te sientas fuera de lugar, y una voz dentro de ti grita que salgas de ahí y vuelvas a “tu lugar” pero otra parte de ti te dice que te quedes y pruebes la novedad.
Y como si de amigos se tratase, lo invitas a tu mundo. Le abres un espacio y convives. Permites que te visite, al principio de vez en vez, y quizá, con el tiempo y apertura, ya vive contigo. Y deja de ser un extraño, su compañía es lo cotidiano, y de pronto, lo que un día fue desconocido se vuelve intimo, y lo que un día se veía lejano ya es lo más cercano.
Y agradeces haber convivido con ese desconocido.
Esta perspectiva es la que me ha servido en este nuevo camino. A menudo escuchamos esto de “conviértete en la persona que vive lo que sueñas” y lo hermoso que eso suena, y lo incompleto y lo complejo que nadie menciona.
No siempre es fácil convertirte en alguien más, habrá resistencias, se encienden tus alarmas, te seducen tus viejas formas. Pero nadie dice que tienes que hacerlo de la noche a la mañana, tampoco debería ser materia de estrés o ansiedad extrema.
Conocer a este nuevo amigo que quiere conocerte, por algo se ha asomado a verte. No se trata de actuar, no estas actuando, estas conociendo. Conociedo rumbos internos que siempre estuvieron ahí. No se trata de forzar, mejor invitar. Invitar a estas partes de nosotros a formar parte de nuestro mundo. No se trata de fingir, sino de elegir. No estas fingiendo ser alguien, estas eligiendo ser alguien.
¿Nos daremos el permiso de conocer a este nuevo amigo?