Camisa planchada. Jeans recién lavados. Loción Chanel. Cejas peinadas con gel. Anillos en mis dedos. Sonrisa en el espejo.
Camino veinte minutos sintiendo el aire en mi rostro, feliz y un tanto nervioso, «¿cómo será?, ¿cómo será?» me pregunto incesante.
Tengo una cita. Estoy algo nervioso. El chico es un gran chico.
Llego al lugar, a esta bella cafetería en el centro. 8:30 pm, justo a tiempo. El patio del sitio ya esta alumbrado con pequeños centros de mesa que le dan mucha calidez a todo. Perfecto. Tomo mi mesa y dejo la tote bag que llevo conmigo. La mesera se acerca y le dirijo una sonrisa amistosa.
—Hola, ¿mesa para dos?— me pregunta con dos menús en mano.
—Mesa para uno— digo sonriendo sin tomar el menú, se bien lo que pediré. — Un latte frio con leche de almendra con un poco de syrup y un panini de jamón y queso— le digo.
Saco mi journal de la bolsa y mi pluma, nervioso y emocionado de lo que saldrá en la hoja. Cada cita conmigo mismo es un viaje. Cada hoja es una caída libre. Y cada café un regalo de costumbre. Cada vez que me siento frente a nadie más que mi propia compañía, sale una nueva versión de mi, o quizá no es nueva, sino que no había sido vista. Y viene a mi encuentro.
Hoy me encontré con una muy especial: la que me decía “eres una gran compañía”
No me lo dije a mi mismo a modo desesperado de sentirme mejor con mi mesa de uno. Salió de mi corazón. Y eso me dio gusto. Mucho. Lo que antes tenía que forzar, hoy sale natural. Si, un día tuve que forzar que me gustará mi compañía, que me gustará un latte frio a solas.
Abner. Un chico de mesa para uno. Increíble.
No que vaya a ser así para siempre, no me identifico como un solitario, pero por alguna razón de un tiempo para acá el universo me ha puesto una y otra vez en solitud. Solo para —al inicio— darme cuenta que no lo disfrutaba. Lo odiaba. Decía que me gustaba para cumplir con esta moda de amor propio y ser percibido como el “chico que esta bien con su soledad”. Solo para saber que en el fondo anhelaba que fuera otra mi realidad.
Y odie odiar mi soledad.
He tenido épocas muy sociales, de grupos, de amor, de estar aquí a allá. De sentirme en compañía y feliz con quienes me rodean. En algún momento sentí la soledad aún al estar rodeado de cientos de personas. Que ironía. Hoy estoy en mi momento de no sentirme solo estando a solas. Segunda ironía.
Después de muchas salidas a solas fallidas, de regresarme en la puerta del lugar por vergüenza de pronunciar las palabras, por miedo a unas “miradas” que existían solo en mi cabeza, hoy me siento de frente conmigo y mi mente, con nada más que mi propia compañía en el presente.
He dejado ir a mucha gente, por sentir que no estábamos alineados, por que me han lastimado, por siempre querer dar demasiado y no recibir lo mismo a cambio, hoy se que lo hacia por miedo a ser abandonado. Me toco mirar al niño dentro de mi y decirle “no tienes que dar y dar para sentir que tienes y mereces un lugar”
Hoy he roto con eso. Deje de perseguir. Deje de rogar. Todo lo que un día desbordaba para fuera, me lo regale a mi desde el alma.
Vaya proceso que ha sido. Salir conmigo. Hablar conmigo. Darme cuenta que éramos desconocidos. Conocerme. Gustarme. Enamorarme. Admirarme. Y no solo en mis días buenos, entre lattes y panes, en mis peores días, cuando lo que más quería era que alguien me aprobara. Sentarme conmigo cara a cara y decirme: aquí estoy.
Vaya viaje.
Y si, he estado manifestando nuevas relaciones, incluso después de un tiempo, me he abierto a la posibilidad de volver a enamorarme. Pero hoy tambien se que mientras todo eso llega, no me tengo que sentar en soledad y miseria. Me sentaré conmigo, con todo lo que soy, con todo lo que siento. Porque años me ha tomado hacerlo. Pero hoy lo sentí: soy completo.
Y todo lo que anhelo y manifiesto: solo me hace más completo. Me pueden quitar todo o dármelo todo y seguir completo. Mientras tengo lo que soy, lo tengo todo.
Y todo lo que venga será una extensión de eso. Y ya no daré de más por miedo perderlo. Ya no me dejaré al ultimo por miedo a no ser suficiente. Todo se sostendrá de que yo me sostengo a mi en cada presente.
Quizá eso es amor propio.
Me puse una camisa nueva y planchada para nadie más que para mi. Me puse jeans recién lavados para mi. Me puse mi loción más costosa para mi nariz. Me peine mis cejas solo porque me hace feliz. Me puse anillos que solo mis ojos verán al tomar mi café con mis manos.
Me senté en una mesa sin esperar a nadie más. Porque ya llegue.
Y se siente tan bien.
— Abner