El verdadero "glow up".
Cuando comprendí que mí mayor logro, era ser yo mismo. Y que mi vulnerabilidad, es mi libertad.
Querido lector, gracias por abrir una nueva carta, que se escribe con ojos cansados, manos inspiradas y el cerebro creativo. Es la 1:56 am en mi habitación oscura, regresando de una noche de risas y tragos, de esas que se sienten como cien regalos. Una noche de compartir en amistad y en completa vulnerabilidad. Debo contarte que hoy se sido muy vulnerable. Ultimamente ese ha sido mi compás. A falta de planes elegí explorar mis vulnerabilidades. ¿Por qué elijo hacer eso? Sencillo: cuando me encuentro algo confundido o aburrido, es mi señal de que ya explore todo lo que podía ser explorado en este instante, siendo lo que soy, en este preciso hoy. Y cuando eso pasa, deduzco que un nuevo camino a una nueva posibilidad esta atravesando mi vulnerabilidad. Hoy elegí vestirme diferente, hablar de temas diferentes, ser un poco diferente. Y por diferente hablo de honesto, de mostrar lados de mi que no siempre muestro, con el fin de sentirme cada vez más yo. Y se sintió demasiado bien.
Otra de mis etimologías inventadas que juegan en mi cabeza:
Vulnerable + habilidad = vulnerabilidad
Concluyo que la vulnerabilidad más que cualquier otra cosa es una habilidad, y cómo toda habilidad se tiene que practicar y por ende desarrollar. Y la palabra vulnerabilidad tiene mala fama, una connotación no grata. Quiza la asociamos con debilidad, con peligro, con falta de algo. Desde que era niño aprendi a no ser vulnerable, a de algún modo siempre ser “respetable” y fuerte, aunque eso significara mentirme derecho y de frente. Mentir sobre lo que siento, lo que quiero, lo que duele o lo que recuerdo, pues seguro algo de eso me hacia blanco fácil. Blanco de envidias, de criticas, de miradas o de risas, de ataques o maldiciones, de depredadores y demás terrores. Nos hace blanco fácil de aquello que nos hace sentir incomodos, y preferimos huir o acobardarnos, fingir o disfrazarnos, antes que mirar de frente lo que eso traiga y sintamos.
Y estoy seguro que me lo enseñaron de corazón honesto, con intenciones puras y amorosas, con ganas de protegerme y resgarduarme. Pero, ¿es que acaso tengo que vivir cuidándome y negándome?
Y es que las personas cargan historias dolorosas, de esas que incomodan y quiebran, y queremos prevenir a los nuestros de sufrir, sin saber qué les privamos vivir. Queremos evitar sufrir, y en el proceso nos ahorramos mucho de lo que estábamos listos para sentir y vivir.
Y he encontrado que la vulnerabilidad es libertad. Al menos un día eso susurraron los Ángeles en mi oido. Al inicio no comprendí, ¿cómo es qué exponerme podría liberarme? Yo pensaba lo contrario. Pensaba que si lograba levantar murallas tan altas y fuertes, ya nada podría dañarme. Y ahí sí que podría salir tras la vida y mis sueños, siempre protegido, siempre escondido. Pase mucho tiempo con esas murallas, que se volvían mi disfraz, me gustaba creer que yo era demasiado fuerte, y que aun ante la peor de mis suertes, nada podría romperme. Me gustaba decir que si en tres segundos me tirabas en dos me levantaba. Me gustaba ignorar con un “me vale madres” a todo lo que me importaba en grandes proporciones. Me aguantaba todas las lagrimas, porque los niños fuertes no lloran jamas, ni aun sintiendo que ya no puedes más.
Pensaba que sí les ignoraba se irían, desparecerían y mágicamente ya no me importarían. Y funciono por un tiempo. Hacía que funcionara. Al inicio con alcohol y fiestas, y con amistades plásticas y poco sinceras. Después con marihuana y relaciones, siempre que fumaba deseaba que en el humo se esfumaran. Pero con el tiempo ya no funcionaba, el disfraz ya pesaba. Cada vez era más difícil pretender o ignorar. Porque una vez que miras no puedes no mirar. Ya no podía fingir que no me importaba la opinión externa, o que no me importaba asistir a cada fiesta, o que no me dolía lo que recordaba, y que dentro de mí al menos cuatro heridas abiertas estaban. Empece a sentir que alguien dentro de mi quería salir, quería vivir. Era yo. Me refiero, a mi verdadero yo. Cliché. Todo el concepto de ser-tu-verdadero-ser. Pero lo he vivido en carne propia, no ser lo que eres, y es lo mas tóxico que puedes hacerte.
Ya no queria pretender que era fuerte, quería permiso de romperme. Ya no quería ser “popular”, ya solo quería descansar. O pretender que nada me importaba, cuando en solitud escribía hojas enteras sobre aquello, para luego enterrarlas. Ya no quería nublarme la cabeza con beber. Quería ver, ver todo lo que podía ser. Lo que siempre había sabido ser.
Me aterraba la idea, de pronto presentarme como otra persona. Y no cualquier persona, sino a mi manera. Lo que yo en verdad era. Dejar ver al mundo mi verdadera cara, con la posibilidad que en ella se me escupiera. Pero había llegado a entender lo que los angeles decían. Sabia que quería ser en libertad, y para que ello sucediera había que tener vulnerabilidad. Había que bajar los muros y atravesar las zonas mas escondidas de mi, las que mas callaba, las que mas ignoraba. Y no solo eso, habría que mostrarlas. Y no hablo de ahora gritar a los cuatro vientos "MIRENME ESTE ES MI VERDADERO YO”
Pero una cosa había clara, anhelaba vivir por fuera todo lo que soñaba por dentro. Yo no soñaba con ir a fiestas o ir a la mejor universidad, yo soñaba con escribir, con crear y explorar. Y eso solo pasaría al hacerlo mio, al bajar de mi cabeza y mi corazón a la acción. Nunca seria escritor si no escribía. Nunca ayudaría a nadie si no compartía lo que sabia. Nunca seria yo, si no me atrevía.
“FUCK IT” fue mi mantra de aquellos años. Cada mañana que elegía vestirme como en verdad quería e ir así a la preparatoria, o cada vez que publicaba en un instagram anónimo lo que escribía. Y cada vez que sentía miradas, más fuerte me lo repetía. Estaba comprometido con sentirme cómodo y natural siendo yo mismo, así como lo había hecho tantos años escondido pretendiendo ser otro yo.
la gente comenzó a decirme que estaba cambiando, que no me reconocían, que ya no agradaba. No sabían que no estaba cambiando, solo me estaba mostrando.
Claro que todo cambio en mi vida, todo lo que esta pegado con chicle se cae. Todo lo que no es verdad no sé sostendrá. Y fue demasiado incomodo, pero estuve dispuesto, si perder todo eso significaba ganarme a mí, recuperarme de los escombros, escombros de mascaras, creencias y deberías… toda la pena valia.
No paso mucho tiempo para que la vulnerabilidad si se transformara en libertad. Para que todo lo que se había ido en algo más grande y autentico hubiera crecido. Aquel instagram anónimo dejo de serlo, puse mi cara y nombre, y para mi sorpresa se volvió en mi trabajo y soporte. Mis amistades que desaparecieron, fueron reemplazadas por amistades reales y honestas, unas que al día de hoy aun amo y me acompañan. Y los espacios de mi que me hacían sentir inseguridad comenzaron a ser mí bandera y mi verdad. Solía ser inseguro de ser bajo de estatura, de tener ADHD, de escribir, de ser tan emocional. Sin saber qué todas esas cosas de algún modo me hacían especial. Y que pronto me harían sentir lo más real.
Creo que en nombre del amor propio moderno, esta tendencia de todos amarnos y sentirnos bien con nosotros mismos y nuestras vidas, se nos olvida mencionar algunas cosas. Que la seguridad nace de la vulnerabilidad y como ya dije, es una habilidad. Y que sí, tu libertad esta del otro lado de la vulnerabilidad, y para ello hay que convivir con las partes de nosotros que más enjuiciamos, porque solo así dejan de controlarnos. Y que poderoso dejar de ser tu propio esclavo. Cuando convivo con eso termino por aceptarlo, y con el tiempo me doy cuenta que no era tan malo, y termino por amarlo.
Pero amar, amarte, solo sucede cuando has pisado terreno sensible, aquello que pones no visible, aquello que siempre has sido. Creo que todos sabemos en el interior quienes somos, aunque queramos pretender lo contrario. Es más fácil decirnos “perdidos” qué ver hacia adentro, y nadie quiere mirar hacia adentro porque habrá que mirarse completo, luz y sombra, herida y marca, risa y lagrima, adulto y niño. Pero he logrado entender, que si te abrazas cuando niño, ya no queda nada que dejar escondido.
He visto frente a mis ojos como mi vulnerabilidad fue y es una llave, cómo exponerme ante el mundo siendo yo, abre los más grandes portales mañana y hoy. Como aquello que guardamos más cercano y escondido en el corazón, muchas veces es la llave a la expansión. A la sanación. Porque te haces tan amigo de tus heridas e inseguridades, que dejan de controlarte y por consecuencia, pueden transformarse. Y eso es un portal a la manifestación, a ser quien viniste a ser a este mundo. Porque cuando eres tu en libertad, eres el espacio para recibir todo lo que deseas sin trabas y en la misma libertad. Porque para tener lo que realmente deseamos primero hay que ser quienes realmente somos.
Te deseo que elijas ser vulnerable, exponerte. Y exponerte ante ti. Ser eso que tanto te rehusas a ser, hacer eso que te rehusas a hacer, mostrar eso que te rehusas a mostrar, y observa la magia pasar.
Love, Abner.
PREGUNTAS PARA QUE ESCRIBAS:
¿Qué es eso que más cuesta aceptar de mí? ¿qué más escondo?
¿Por qué me cuesta tanto? ¿qué juicios tengo?
¿Y si eso no fuera verdad? ¿dónde aprendi esos juicios?
¿Y si fueran un poder?¿Qué magia esconden?