El arte de amarte
Hoy es 14 de febrero, hoy se dice que se celebra el amor y la amistad. Y qué hermoso es eso, el designar un día para el amor en el calendario. Que si por mí fuera, lo haría diario, y seguro el mundo seria algo revolucionario.
Lo chistoso de esta fecha es que siempre se nos enseño que es hacia afuera, para celebrar, agradecer y desmotarle al mundo, a nuestro mundo cuánto los amamos. Lo que sentimos.
Y observo a quienes me rodean, muchos estrenados o deseando, deseando amor, deseando compañía, deseando a alguien para “pasar” este día. No puedo culparnos exactamente por esto, pues desde lo que se siente como siempre, nos enseñaron el ideal del amor. A dedicar la vida a buscar, encontrar y nunca dejarlo ir, como sí la vida de ello dependiera. Yo también estuve ahí, y por mucho tiempo, siempre pidiendo con fuerza al universo que por favor, me encontrara con ese amor. Me decía a mí mismo que yo estaba listo, que en verdad lo deseaba, estaba convencido de que el día que esa persona llegara, ese hueco en mi pecho se cerraría. Esa pequeña pero muy incomoda sensación de soledad, de que algo faltaba se esfumaría.
Pase muchas días, muchas noches imaginando y soñando ese ideal de amor que me habían enseñado. Y nunca llego. Y en este presente sigue sin llegar. Y tras mucho tiempo, ha dejado de doler. Porque un día comprendí que el amor no es la solución, porque la soledad no es un problema.
Pero el amor sí llego a mi vida, no en la forma que creía, ni en el tiempo que quería. Llego un día, cuando por fin pude mirarme al espejo. Mirarme de frente y darme cuenta que ahí estaba yo, que siempre he estado ahí.
Si, seguía deseando un amor profundo, pero también tuve la idea de que podía encontrarlo en el único lugar donde no había buscado: dentro de mi.
Se habla mucho de amor propio, pero la realidad es que nadie nos enseño como amarnos. Desde pequeños nos enseñaron a aspirar a ser príncipes y princesas, a encontrar un amor de cuento de hadas, a asumir que el amor siempre vendrá de afuera. Pero ¿cómo encontraremos algo en el mundo si ni siquiera lo hemos sentido en nuestro propio mundo?
Amarse a sí mismo no es difícil, lo único difícil es convencernos de ello, pues ¿cómo nos podemos amar si vivimos con la idea de que algo en nosotros esta mal?
¿que nuestro cuerpo no es el adecuado? ¿que nuestros sueños son errados? ¿Si no reconocemos ni un segundo lo que somos? ¿Y si todo lo que somos buscamos cambiarlo en nombre de “amor propio moderno”?
Buscamos un amor perfecto y fiel, sin siquiera detenernos a querer nuestra propia piel.
He encontrado que el primer paso para amarnos es cuestionarnos. Hablo de por un segundo hacernos la pregunta: ¿y si no hubiera nada malo en mí?, ¿y si todo lo que creo que esta mal en mí, no lo estuviera? Entonces todo este asunto de amarnos ya no seria de ir por aquí y por allá, en dogmas y terapias modernas para cambiar esto u aquello. ¿Cuantas veces piensas que para amarte en totalidad primero tendrías que cambiar?, ¿y por qué quieres cambiar lo que quieres cambiar?
También descubrí que en este afán de quererme cambiar todo lo que en mi juzgue, ya no pude ver. Pose tanto mis ojos en lo que creía me faltaba o me sobraba, que nunca los puse en lo que ya habitaba. En aquellas partes que sí me diera el permiso de mirarlas sin juzgarlas, y nutrirlas, revolucionarían mi existencia. Y así fue.
En esa creatividad tan explosiva, o en mi sensibilidad tan intensa, o mi risa que muchos llaman escandalosa. Fue curioso cómo encontré amor, en las partes de mi que quería enterrar con fervor.
No fue de la noche a la mañana, comencé por mirarlas, acercarme curioso y gentil, poco a poco las empecé a nutrir.
¿Y cómo nutro todo eso? ¿Como comienzo a nutrir aquello que ya vive en mi? Agradeciendo. Cuando puedo ser gratitud, empiezo a recibir, y si puedo recibirlo puedo abrazarlo y tarde o temprano empiezo a amarlo.
Fue la gratitud la que me hizo revolución, pues nunca había imaginado que podía sentir ese amor. La gratitud por ser yo, por el privilegio tan grande de tenerme para conocerme y construirme. Tanto como yo me permita.
No hubo grandes practicas o rituales, no hay un gran secreto de cómo hacerlo, creo que lo único fue agradecerlo. Agradecer lo que siempre he sido, lo que siempre ha estado y construir sobre eso.
Así me aseguraba de que todo en mi vida fuera fácil y real. Pues si entraba y construía vínculos desde mi verdad, entonces ya no había secretos que ocultar.
Todas esas partes de mí que tanto quise cambiar, se volvieron mi bandera. Pues ya no tenia nada que ocultar, ya no deseaba modificarme o cortar partes para encajar, ya no me hacia falta. Ya no miraba para afuera, ya no me comparaba, verme al espejo era todo lo que necesitaba.
Si se lo preguntan, si llego el amor que deseaba. Llego en el lugar mas obvio, llego y tenia mi nombre.
Te deseo que hoy, te agradezcas. Te agradezcas ser tu, te agradezcas tu forma tan peculiar de sentir la vida. Te agradezcas esas partes que tanto luchas por cambiar y observa que pasa.
Celebremos el amor, el amor que nace de nosotros y puede llevarnos al exterior. Pero que poderoso entender que aquel que llevas una vida esperando, eras tu. Eres tu, siempre lo has sido.
Love, Abner