El pulso incontrolable
la sensación en mi cuerpo
el saber que tienes que
“escribe”
“plasma”
“crea”
“¿que tienes hoy para decir”
acá estoy, manos en el teclado, reconociendo el impulso de crear por la belleza de crear, pues de esta plataforma yo no saco nada monetario ni mucho menos, pero saco inspiración, claridad, tejer paz, darle forma a la cabeza y al alma, eso es invaluable.
Estoy en casa, aunque no se si siga siendo mi casa, pues hace tiempo dejo de sentirse como una. El ciclo cumplió. Dio lo que dio.
“¿Dónde?”
Era la pregunta que me asaltaba en la cabeza.
Estuve unos días por Nueva York, tierra de sueños, luchas y caos. De todas las veces que he estado, esta vez algo cambio.
Y estuve por Oaxaca, tierra de colores, artistas y musica. Si Oaxaca fuera una persona, sería Natalia Lafourcade mezclada con Elsa y Elmar lo juro. Mi intención de ir era simple: conectar y compartir con una querida amiga. Ese era el juego que yo le proponía a Oaxaca, pero ella tenia otro juego entre manos.
Así eś el baile de la vida con uno, dejarte sorprender mientras propones un juego también, a veces la vida toma delantera, a veces uno mismo se siente por delante de la vida misma, a veces, con suerte, vamos juntos y a la par.
Oaxaca fue un deja vu. No fue un descubrimiento, fue un recuerdo. No fue sorpresa, fue memoria antigua. Olvidada. Enterrada. Nunca muerta. Hay partes de nosotros que nunca morirán, siempre susurrarán, a la espera de un día, quizá, ser rescatadas.
Hace 7 años yo seguía a una chica en Instagram, una de esas almas libres, viajeras, que viven bailando y con el alma brillando. Ella iba mucho a Oaxaca, y hablaba de su magia. Ella tenia la edad que hoy yo tengo.
La envidiaba. Coño, como la envidiaba y admiraba. Ella era todo lo que yo quería ser. Pero la ame, por mostrarme la posibilidad de ser.
Posibilidad es libertad. Amor a aquellos que nos enseñan posibilidad.
Puse una foto de ella frente a la iglesia de Santo Domingo en mi vision board de aquel entonces. Me imaginaba a mi, bailando libre por ahí, café frio en mano (siempre fui un fan), libreta en la otra, emprendiendo vuelo.
La visión de ese chico me enamoraba. Soñaba con ese chico. Era mi jardín interno, era un lado de mi poco conocido pero el que mas he visitado, en aquellos años en mi habitación, o en la alameda de mi ciudad, en el café al que iba, visitaba ese jardín de arte, de creación, de poemas, de sencillez de vida.
En el tiempo, idas y venidas de la vida, olvide ese sueño, ese jardín y olvide a ese chico. Fui cumpliendo muchos sueños, si encontré libertad, si el vuelo emprendí, pero a media ala fuí.
No me culpo, fue como tuvo que ser. Era un chico de 18 años dejando todo y saltando al vacío, me dedique a levantar un negocio desde cero, a encontrar mi abundancia y tranquilidad, a descubrir quien era yo en ese nuevo mundo. Pero me aleje de ese jardín interno. A veces lo visitaba, a veces a la distancia le veía, cada vez más y más lejanía.
Me apasiona el mundo de la manifestación, el ser artistas del destino y la vida, el tu escribir tu guión, darle el ritmo y tono que quieras a la vida. Ahí es donde se que todos somos artistas y creativos. Dios así lo quizo.
Pero en ese mundo (y sumándole el factor en redes sociales) hay muchas trampas, en especial la trampa de la vida perfecta. Demostrar que eres el mejor coach a través de manifestar una vida de película. Y siempre ir por más, no se te ocurra parar, no se te ocurra respirar, corre, que ya hay otro nivel por alcanzar y te vas a quedar atrás.
Lo acepto. Caí. Culpable.
Mi ambición me arrebato del presente. Ese siguiente nivel me alejaba de mi ser. Esa prisa y perfección secaba mi jardín interno.
No es que todo sea malo, la vida son ciclos, espirales, vienes y vas. Tuve una espiral de 7 años de nunca parar. Desde que fui mesero en aquel restaurante, hice cafés en aquella cafetería, desde que tome maletas y empecé una nueva vida. En esos años requería esa velocidad, ese no parar. Y lo ame, ¿sabes?, ame saber de lo que soy capaz, ame desarmar la identidad que tenia que me susurraba
“no eres suficiente”
Ame ser veloz, ame esforzarme, ame subir mi montaña.
Pero me canse. Mi cuerpo se canso. Mi mente se canso. Quería parar, saborear, notar. Quería regresar a mi jardín interno que me llamaba. Hacia mucho no escribia un poema que no fuera para mi insta. Hacia mucho no dibujaba en mi libreta. Hacia mucho no me acostaba ver el cielo.
Oaxaca fue mi jardín interno. El penúltimo día que estuve me recordó algo en mi alma. Quede de ver a una amiga por la noche, asi que me di el día para mi. Despertarme sin reloj, desayunar un plan sin gluten, caminar por el centro de la ciudad, comprarme un overol verde que me saca de mi estilo habitual y gozarme esa incomodidad, un helado de choco menta, sentarme frente a Santo Domingo y escribir un poema en esa libreta que le compre a una chica.
Ese día sentí que volví a mi jardín interno, fue un deja vu, porque no descubrí nada, recordé todo.
Recorde a un chico artista. Recordé el estar presente. Recorde la simpleza. Recordé la vida.
Estuve viendo muchos 999, que en numerología angelical es “dejar ir y cerrar un ciclo”, creo que entiendo mi 9. Creo que estoy dejando morir a ese chico que se compro que MÁS ES MÁS. Que el éxito y su valor radicaba en cuanto lograba. A ese chico que se alejo del jardín para correr a la ciudad. A ese chico que confundió la calma con aburrimiento.
Que bien decirlo. Que bien reconocerlo. Se respira hondo.
Amor a todas las muertes que llenan de vida la vida.
A esa chica que ya no sube nada a Instagram pero me inspiraba: gracias.
A ese chico en el jardín que me espero por años: volví.
A Oaxaca que fue un deja vu: te llevo en mi.
Quiero plantas flores, arboles enormes. Esta vez no es manifestar por manifestar, esta vez no es poner flores por ponerlas, esta vez tiene significado, dirección y corazón.
-Abner
«Posibilidad es libertad». Qué hermosa reflexión ✨ Me llegó al alma 🙏