Cicatrices.
para mí ya no significan que hubo dolor, sino que algo se sano. Y ahora hay amor.
No mentiré, que no tiene nada de tiempo desde que escribí la ultima carta y siento que tiene una vida. No miento tampoco cuando les digo que en mi vida, es cómo vivir una vida cada semana. A veces es divertido, a veces es un remolino.
Estoy en un café rico mientras les escribo, me gusta imaginarlo como una cita, (espero eso no sea creepy), del buen modo digo, me imagino que estas frente a mi y te entrego estar carta doblada y en papel. Te quiero contar…
Estoy aventándome a hacer mi primer taller presencial (!!!!!), nunca he hecho nada en vivo y a todo color, si me da temor, pero me llena de amor. Vernos, abrazarnos, compartir, reír. Si llegas a ir, créeme que te manifesté, porque ya nos visualice ahí, nos sentí. Y eso me llena de vida. Gracias desde ya.
También estoy a poco tiempo de mudarme, no tengo plan fijo, empezaré por Barcelona porque algo me llama de ese lugar, no sé que, cuando lo averigüe te lo escribo.
Ahora que estoy frente a tantos cierres y comienzos, decisiones que si, son finales pero también son portales, decidí (mejor dicho, los ángeles me pidieron dar de nuevo mi curso llamado “quiero quererme” y yo? a la orden para el desorden) Y eso me tiene sensible. Nervioso. Emocionado. Lleno. Con miedo. Y con amor. Todo cabe. Se me hace el timing perfecto para hacerlo, en medio de los cambios de la vida, agárrate de la mano y no te sueltes nunca.
Siempre es así antes de un curso nuevo, de un grupo nuevo. De conocer sus historias y heridas, y que ellos conozcan las mías. Porque ese curso esta hecho a base de pedazos de mí, pedazos del pasado, pedazos que cortan, pero que de alguna forma los uní para crear algo que en verdad, es hermoso.
No reniego de mi pasado ni un poco, sin eso no tendría nada de lo que hoy tengo. No reniego de mis cicatrices, porque para mí ya no significan que hubo dolor, sino que algo se sano. Y ahora hay amor. Y qué hermoso es eso. Sin ese pasado estas cartas no existirían, porque nacieron para sanarme, y quien lo diría, después escribirte…
En el 2021 me fui de casa, solo, sin plan ni certeza, pero con muchas ganas de sanar. “Quiero quererme” escribí un día en mi diario. Me fui cerca del mar porque quería curar. Quería paz. Y en el proceso, comencé a escribir cartas con distintos destinos.
Algunas para el niño que fui, para decirle que no estaba solo, que no tuviera miedo, que lamentaba no poder protegerlo de estos golpes y puños, de esos insultos y palabras que cortaban como dagas. Y decirle que no, ser golpeado no era normal, no era “cosa de hombres” y que en cuanto pueda, lo sacare de ahí.
Otras para el adolescente que fuí, para decirle que lo admiro en parte, porque trataba de estar feliz aunque la depresión lo carcomía por dentro, y qué lamento que se haya vuelto tan bueno en ocultar y disimular. Disimular su tristeza, disimular moretones, disimular sus miedos pero eso sí, nunca sus sueños.
Y que no esta loco, que la magia que siempre sintió le rodeaba existe, y le va a guiar.
Otras con mí yo del futuro, que estaba seguro estaba viviendo mis sueños, le preguntaba por guía y dirección, que me guiara desde el corazón. Y sí paso.
Algunas cartas se las escribí al universo, otras a cada herida en mi, otras a mi cuerpo y otras a mis sueños.
La ultima carta fue cuando me fui lejos del mar, para agradecer los once meses más duros pero sanadores que he vivido. Y un día tome esas cartas y de algún modo vi un tipo de mapa. Los ángeles me dijeron: compártelo con tu gente. Y eso hice.
No cambiaría nada de lo que viví, porque no hay nada que me avergüence o aún duela, porque me abrace de niño y adulto, y me construí un bello futuro. Cada vez más. Y me doy las gracias. Y esta semana he estado dando mucho las gracias. A mi historia, que de ella florecen tantas cosas. Las gracias a quién he sido, las gracias a mis saltos de fe, las gracias a mis ganas de sanar. Las gracias a mi hogar roto. Las gracias a mi cuerpo, que me deja bailarme la vida. Las gracias de tener un sueño y estarlo creando. Las gracias de sentirme con propósito. Las ganas de comerme a la vida y las gracias porque elijo vivirla. No sobrevivirla.
Y las gracias a ti. Gracias. Te quiero.
Esta carta da muchas vueltas pero el hilo conductor es el amor. El amor que sí, un día tanto me falto. El amor que me llevo a decir “no planeo vivir así”. El amor del mar que fue mi hogar. El amor que me hizo escribir cartas. Y el amor que me hizo dar talleres y ver tantos ojos confiando en mi. Y el amor a mí mismo, que después de tanto, me siento yo mismo.
Porfavor, quiérete mucho. Solo me nace decirte eso. No soy experto, si soy todo un “sanador energético certificado” hecho y derecho. Pero los títulos me valen. Soy humano. Y de un humano que ya vivió lo que es no querer estar vivo, te quiero decir un par de cosas que me hubiera gustado leer por aquellos días:
Ya eres alguien. No tienes que ser alguien en la vida porque ya eres. Y no puedes no ser. Todo lo puedes, porque los “no puedo” fueron aprendidos de alguien que no se atrevió. Y mereces, no porque te lo has ganado, no porque te portaste bien, porque eres tu. Y eres obra divina.
Te amo. Te veo. Te honro. Espejos. Y por eso te escribo. Como me escribí once meses. Solo que a ti te escribiré el resto de mi vida. Seré un viejito escribiendo en su laptop. Save this letter.
Love, Abner.
Ps. Si te interesa tomar el curso y ser parte del grupo, te dejo el link aquí con toda la información. Por si tú también quieres quererte. Te acompaño. 💕