— “¿Crees que se vea mal que un coach de manifestación escriba sobre como no cumplió la mayoría de sus manifestaciones este año?”
— “Honestamente, no me importa”
Si, puedo decirlo abiertamente: me gano la vida enseñando a otrxs a manifestar sus sueños y este año, a diferencia de otros, la mayoría de casillas de mi lista de intenciones no tendrán su palomita. Y mírame: aqui sigo, y la vida sigue siendo muy bonita.
Puedo decir que cumplí un par de cosas: hacer más plata que nunca (esa vale x10), ir de nuevo a Nueva York y quedarme en un apartamento con una vista hermosa y leer 50 libros (52 en realidad)
Si, la mayoría de mis deseos de este año, salieron opuestos. Pensaba mudarme, y acabe donde siempre. Pensaba ser de lo más social y acabe dejando ir a demasiada gente. Me veía con pareja, y termine con muchas noches a solas.
Y hoy, que miro once meses atrás, solo puedo decir “gracias” sin desear más.
Y créeme, no lo digo con aires de conformismo ni tratando de convencerme de algo distinto. Lo digo y lo siento. Es honesto. Claro que llegar a esta orilla de paz mental me costo demasiado: demasiadas noches de confusión, demasiadas hojas en mi diario preguntándome que carajos. Demasiadas horas viendo el sol y cuestionando todo.
Y hoy —después— porque la claridad nunca viene antes.
Antes de atravesar
Antes de experimentar
Antes de encarnar
Antes de quebrar
La claridad viene después. Hoy la tengo. Hoy veo porque tuvo que ser así.
Después de muchos procesos
Después de muchos vacíos
Después de muchos rompimientos
Después, desde acá, todo cobra un lugar. Quizá siempre lo tuvo, pero en el antes no le puedes mirar.
Hoy es casi cierre de año y por primera vez en muchos años, no estoy deseando estar en otro lugar. No estoy buscando vuelos y destinos. No estoy tratando de escapar. Solo estoy acá. Y me siento yo. Me siento completo.
Porque hoy veo, como muchos de mis deseos nacían de una necesidad de huir, mecanismo que desarrolle casi desde que que nací. Mis deseos de ser más social que nunca, de enamorarme perdidamente, de andar de aquí para allá, eran todos vías de escape. Porque vaya que había mucho de lo que quería escaparme.
Y me toco solo estar. Si algo tuvo este año para mi, fue el estar. Y en ese estar, en ese acto de quietud, pude mirar. Pude sanar.
Que de cómodo no tuvo nada, hacerle frente a todo de lo que pretendía correr con mi lista de intenciones. Pero lo logré. Y es una victoria enorme, después de una vida de correr, de buscar escapar a como de lugar, de siempre buscar una ventana para saltar, aprender a estar, a habitar el medio, ese espacio que por años me pareció aburrido y sin sentido, y resulta que hoy es lo que más busco.
Estar. Saborear. Notar. Observar.
Hay algo tan mágico y único en ya no tener la necesidad de escaparte de ti, pues has trabajado tanto en ti que la idea es absurda, pues contigo estás en tu lugar favorito. Me volví mi lugar favorito.
Y desde este lugar, si que empiezo a soñar, a hacer otra lista de intenciones, pero no para escapar, sino para conectar. Porque ya no veo mis manifestaciones como un medio de huida, sino como algo que me conecta más con la vida.
es fin de año, y por primera vez, no tengo prisa porque se acabe.