Hay cosas que no me gusta compartir en Instagram, siento un aprecio enorme por mi comunidad y el cariño que recibo a diario, pero tengo mis lineas. En las cartas se siente distinto, más intimo. Será quiza, porque en el papel es donde soy incómodamente intimo conmigo y a ello me he acostumbrado.
No se me da escribir superficial, suelo escribir hasta incomodarme y atravieso esa incomodidad en letras hasta liberarme.
El otro día pensaba que solo crecemos a través de lo que atravesamos. De lo que nos damos el permiso de atravesar.
Hoy fue un día hermoso, así lo sentí, beber dos cafés con mi mejor amiga, esta vez opte con crema batida, y reír hasta la panza duela y gastar mi dinero de adulto independiente en un videojuego y sentir como mi niño interior corre de emoción dentro de mí.
Ayer y antier y los días antes de esos fue un huracán dentro de mí, tanto que la panza se me hinchaba, —eso y que comí gluten como si me pagaran por ello—pero ya estoy eligiendo dejar de hacerlo. Así como elegí respetar mi intolerancia al gluten, aceptar lo que es, he llevado eso a otras áreas de mi vida. Mucho tiempo fui muy testarudo, ya sea por Aries, o por valiente, pero siempre nade contra corriente. Nunca me quedaba quieto hasta que todo se viera exacto como yo quiero. Sucedía por un tiempo, pero al final todo se movía y desacomodaba. Los amigos se iban y nuevos venían, mis sueños cambiaban y crecían, mis rutinas me asfixiaban y optaba por romperlas, el corazón dejaba de latir por esa persona y me llevaba por otra vía.
Me frustraba que yo, siendo el vato que da talleres de abundancia y manifestación, no lograra manifestar que todo en su mundo fuera perfecto. Eso me hacia frustrarme, sentir prisa, correr y forzar más. Más. Más. Más.
Quizá la propuesta que me hacia la vida no era hacer más. Era empezar por lo menos. Menos prisa. Menos pensamientos destructivos. Menos relaciones de compromiso. Menos culpa. Menos perfección. Creo que a veces nos enfocamos en que más tengo que hacer para llegar, que más puedo cambiar, que más puedo lograr. Quizá hay momentos donde la invitación sea a lo menos, en que podemos restar, que podemos soltar, que podemos reducir o parar. De menos a más dicen por ahí.
Me costo aceptar y hacer las paces con que la manifestación y su propuesta no era ser perfectos, era ser humanos, era ser autenticos y manifestar una vida viva y verdadera. Y una vida viva no es sinónimo a una vida perfecta y acomodada siempre… vaya, eso ni los puñeteros arboles lo hacen!!! Nada lo hace, porque la vida es cambio, es muerte y vida, es primavera e invierno, es arriba y abajo. No puedo evitar pensar en que una vida perfecta rozaría en una vida muerta.
Entre tanto huracán, llego mas y más a mí la invitación a navegar mi energía femenina. Tome cursos, les libros, mucho resonó, pero todo siempre muy enfocado a la mujer. Qué hermoso, pero no me identifico. Decidí que quería vivirlo a mi manera, encontrar como se sentía bien para mí, como hacia sentido para mí.
Lo he encontrado poco a poco. En el descanso, en el fluir, escribir, en el aceptar, amar lo que hoy es y lo que hoy hay, en dejar de forzar a que todo sea perfecto, en rendirme un poco al misterio de la vida, en retomar mi practica de yoga, en meditar como aprendi con los monjes, en recitar mis mantras a Lakhsmi y a la diosa, en comprar flores y ofrendar, en orar, en llorar, en bailar, en soñar, en mi cuerpo, en un orgasmo, en ser real, en respirar y aterrizar en el ahora y apreciar lo perfecto.
Los monjes me decían que buscara la belleza y así conectaría con la diosa. No lo entendía. Pero hoy, años después, llego a entender que la belleza no es un estándar de apariencia, es un modo de vida.
Cuando me permito buscar la belleza siempre, de alguna forma, todo se conecta.
Planeo dar un taller sobre esto. “Que disruptivo que un hombre hable de eso” me dijo alguien. “Pues con más razón” conteste. .
En estos huracanes, te cuento que hice un ritual, compre flores, velas, sahumerio, llame a los seres de luz, respire y me abrí. Abrirme a liberar un secreto de alguien que amo y ya no esta, que nos unía con una cadena. Lo queme, lo llore y lo exhale fuerte de mi ser.
No creo nunca contar lo que esa noche queme. Pero sí diré que el amor, es la respuesta. Siempre. Y que el amor repara lo que otros dañaron. Ese tipo de amor que solo puedes encontrar contigo mismo. Deseo que ojalá, pueda sentirlo.
He estado hablando mucho con mi papá, por primera vez en toda mi vida, se siente bien. Extraño tambien. Pero me recuerdo que el amor es lo que soy. Y si soy amor, de mi no tiene porque salir algo que no lo es. Y que el amor es lo que detiene la rueda de dolor. Mi papá, un niño herido que hirió a su niño, y ese niño, que de —casi adulto— decidió no herir más. Decidió amar. No siempre lo logra, pero cada día lo elige más.
Siento un sentimiento rarísimo, casí que nuevo en mi. El de estar cerrando una etapa. El de estar cerrando una puerta para girar y ver un nuevo mundo. El de exhalar y saborear muchos segundos. La vida, este año, me han movido y jugado con sus vueltas y cambios. Todo fue gradual y aun así se siete como como un flash. En ocho meses he roto paredes, en abierto candados, he cambiado de direcciones, he soltado mochilas, he re-ordenado mis prioridades y valores, he cerrado ciclos y abierto muchos otros.
Ayer Enero, hoy Agosto, Ayer alguien, hoy otro. Ayer fijo, hoy fluido. Ayer corriendo, hoy respirando. Tan ajeno y tan cercano. Tan distinto y tan mio. Tan casa. Ayer en una vida y hoy en otra muy distinta.
Ha nacido en mí un Abner nuevo, así lo siento. Más maduro, más niño, más amoroso, más fuerte y más suave. Como un mar que esta en llamas. Ambas. Quizá sea todo eso de la energía femenina. Pero ya no quiero correr, planear, forzar, organizar. Sigue desvaneciéndose el yo qué quería poner un emporio antes de sus 25 y correr por el mundo. Ahora hay otro yo que quiere caminar por el mundo, beber muchos de sus cafés, crear muchos talleres llenos de amor, agradecer hasta desbordarse, escribir muchas cartas y reír a carcajadas.
Incluso he pensado en el amor, esa parte de mi que se siente asustada y lista a la vez de dejarse amar y ser cuidado. Dejar la mascara de “yo solo por mi lado" Universo, ¿será que es tiempo de abrir el corazón de nuevo? no solo a una pareja, sino a una nueva forma de vida.
Esta carta trato de todo un poco, pero quería contarte que aquí sigo. Te amo. Creo que el hilo conductor de esta carta es la magia de aceptar lo que hoy es y lo que hoy hay. Y desde ahí, cuánto se puede transformar. Ironías.
Los ángeles una vez me dijeron: “ama lo que es y nunca perderás”. Empiezo a entenderlo.
Y quiero seguir escribiendo y que sigamos compartiendo. Estoy ideando alguna forma de hacerlo. ¿De qué parte del mundo me lees? Nos imagino en una terraza, todos escribiendo y riendo y bebiendo café helado. Changuitos para que un día así sea. Por mientras, gracias por estar aquí y ser parte del camino.
No tengo planes para el resto de este año, salvo por pisar NYC en otoño con una amiga y comer un pretzel. Y quizás sentir la nieve. Y hacer un par de talleres y estar en paz, cerquita de todo lo que me nutre de verdad.
Y estoy abierto a que el año me siga sorprendiendo, y me muestre la magia de los cambios, que me gusta mucho esta nueva versión de mí para atravesarlos.
¿En donde has estado tu? Me encantaría leerte y abrir el espacio a nuevas conversaciones.
Love, Abner
Gracias por compartir tanto de ti en estas líneas que mueven el alma.
Te leo desde Cancún, México
Me encanta, me moviste el corazón
Te leo desde León, Guanajuato.